La industria de la seguridad siempre ha aportado en el objetivo de aumentar la sensación de seguridad en verticales y en usuarios ofreciéndole a los clientes la mejor opción de acuerdo a su presupuesto y a sus necesidades. Pero con la llegada de la pandemia aparecieron nuevos retos que obligaron al sector a encontrar otras soluciones y aprovechar algunas que no habían sido tan masificadas, que ofrecieran seguridad a las personas, no solo en ataques o robos, sino también en la protección personal para evitar la propagación masiva del virus en diferentes espacios.
Hasta ahí todo muy bien. Con la llegada del Covid-19 las fábricas y los investigadores comenzaron a desarrollar y a diseñar tecnologías que aportaran a las medidas de bioseguridad y al cuidado de las personas, entonces aparecieron las polémicas cámaras para detectar la temperatura, las soluciones sin contacto, las analíticas de video para distanciamiento de las personas, la identificación de rotos con mascarillas, entre otras; y esto se convirtió en un ala importante del negocio.
No obstante, con cada necesidad también llegaron los oportunistas que comienzan a vender humo y a jugar con la salud de las personas solo con el objetivo de vender.
Sabemos que siempre han existido aquellos que ofrecen más seguridad por menos valor, cuando es claro que de “eso tan bueno no dan tanto”; y es ahí cuando tenemos que seguir educando con más constancia al cliente o al usuario final, para que entienda los riesgos de adquirir soluciones dudosas que te venden la idea de que estás comprando algo que “protegerá” y cuidará a las personas y a sus activos, cuando lo que en realidad está haciendo es poner todo en riesgo.
Cada uno de nosotros sabe de la responsabilidad que como industria tiene hoy con las personas. Nuestros lectores y nuestros clientes son profesionales muy serios, pero también tenemos la tarea de identificar a aquellos que solo buscan su propio beneficio ante una situación tan complicada como la de hoy en día.
En nuestras manos está seguir informando correctamente. Que los espacios de capacitación no cesen y, como se dice coloquialmente, tenemos que continuar “metiendo el dedo en la llaga” para que nuestros clientes se mantengan bien informados y puedan elegir la solución más segura para sus espacios.
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